En
la introducción al libro Diccionario de
los Mitos[i],
Carlos García
Gual intenta ofrecer, con cautela, una definición provisional de la
palabra “mito”. “El término “mito” –afirma- se aplica a algo que parece ser
extraordinario, fabuloso, ejemplar y memorable, aunque tal vez poco objetivo, y
exagerado, fastuoso y falso” (…) “Lo mítico aparece aureolado de un halo de
fantasía y elevado al ámbito de lo imaginario, y puede así ejercer un mágico y
poderoso encanto sobre nuestra actitud frente al mundo (Puesto que somos, más
que realistas, seres emotivos, imaginativos y memoriosos)”[ii].
Platón nos previene frente al peligro de la seducción enigmática de los mitos,
emparentados con “el ámbito seductor de lo fabuloso, lo memorable y lo
imaginario”, en la medida que nos aleja de la verdad.
El
término griego mythos significó
originariamente “relato, narración, cuento, palabra” y, como afirma Cesare
Pavese, “es siempre simbólico”. García Gual propone la siguiente definición
funcional: “mito es un relato tradicional que refiere
la actuación memorable y paradigmática de unas figuras extraordinarias –héroes
y dioses- en un tiempo prestigioso y esencial. Los
mitos ofrecen unas imágenes que impactan en la
memoria colectiva, y que perviven en la tradición, porque sin duda responden a
preguntas fundamentales del ser humano y su inquietud ante los misterios de la
vida y los retos de la sociedad”[iii].
Por su parte, para el
investigador británico G.S. Kirk, “los mitos son
una clase especial de historias o
cuentos tradicionales que se distinguen por su especial profundidad, su
carácter imaginativo y poco común, y por una tendencia a ir más allá de la
propia vida”[iv]. Como la
categoría “mito” es vaga y difícilmente diferenciable de una leyenda, una saga,
un cuento popular o una tradición oral, Kirk propone huir de las definiciones
esencialistas, y piensa que es un error aislar algún carácter específico y
central de los mitos, y que no puede existir una sola teoría capaz de abarcar
la diversidad de estos. Los antropólogos “se
han embrollado en teorías muy extremas sobre la naturaleza de la sociedad, lo
que ha entorpecido su acercamiento a los mitos, que son una de las manifestaciones
primarias de una cultura oral”. Los historiadores de la religión “han seguido
ocupándose principalmente de la relación entre los mitos y los ritos”, y los psicólogos “continúan
tejiendo de manera no excesivamente inspirada las teorías del inconsciente
mítico sugeridas por Freud y Jung”[v].
En
principio, y siguiendo a Kirk, os propongo
los siguientes rasgos definitorios de los “mitos”:
1. Tienen
la estructura
formal de un relato, de una historia dotada de una estructura
dramática y un desenlace (principio, desarrollo y final). Habitualmente, dichos
relatos se sitúan en un tiempo originario, hacen referencia a la
antropogénesis, incluyen acciones fundacionales que configuran la situación
actual del ser humano, tienen protagonistas y llevan a determinados resultados.
2. Son
relatos
tradicionales y no históricos. Son, habitualmente, relatos
contados en sociedades no-literarias de tipo tradicional, y transmitidos de
generación en generación como consecuencia de la importancia de sus mensajes. No
obstante, los mitos
griegos sí recibieron forma literaria, tienen un repertorio temático
limitado, resultado de un largo proceso de desarrollo y elaboración consciente,
no están obsesionados por la organización social –como sucede en otras culturas
de pensamiento arcaico-, y se pueden clasificar en dos grandes grupos: mitos
divinos (de tono sagrado o sobrenatural) y sagas heroicas (de tono profano y
práctico, y menos imaginativo).
3. Tienen
un poder
narrativo excepcional, y una
clara influencia funcional en relación con algún aspecto importante de la vida
individual, o social o comunal. En cualquier caso, dichos relatos van más allá
del mero entretenimiento y del encanto narrativo, puesto que están dotados de una
función vital
de comunicación e instrucción entre
contemporáneos y entre diferentes generaciones, puesto que son portadores de
importantes mensajes sobre la vida en general, y sobre la vida social en
particular.
4. Son
relatos multiformes,
imaginativos y libres en sus detalles, es decir, no son uniformes
(suele haber diferentes versiones de los mismos), ni lógicos, ni internamente
consistentes. Frente a la razón lógico-demostrativa, frente a la organización
conceptual de la filosofía y la ciencia, el mito representa el dominio de la
imagen, producto de la fantasía creadora. Tiene un sentido
emocional, afectivo, frente a la frialdad de la razón, e impregna la vida en su
conjunto como saber colectivo y acabado.
5. Son
relatos multifuncionales,
puesto que en ellos coexisten diversas motivaciones (sociales, psicológicas,
cosmológicas….) y como consecuencia de ello, distintos oyentes o lectores
pueden valorar un mismo mito por diversas razones.
Pienso
que esta aproximación es compatible con los tres ingredientes que nos propone Antonio
Báez en su versión simplificada, y que podrían fijar los apartados
fundamentales de nuestras unidades didácticas:
·
RELATO
·
ICONOGRAFÍA e
·
INTENCIÓN
En particular, el historiador H. Blummenberg subraya la “constancia icónica” de los mitos, la permanencia de sus
imágenes, lo que asegura su difusión en el espacio y el tiempo. Debemos, por
tanto, poner un especial celo en las imágenes del mito, al tiempo que cuidamos
la presentación del relato. Por otra parte, su carácter
“multifuncional” (su diversidad de intenciones e interpretaciones)
permiten reorganizar las imágenes en distintos contextos, intentando “dar un
sentido humano a lo que nos rodea”, algo que en ocasiones no tiene una
significación clara.
García
Gual llama la atención sobre una característica de los mitos vinculada a
naturaleza multifuncional: su capacidad para pervivir y ser reinterpretado. A
pesar del paso del tiempo, los mitos conservan “cierta
aura de prestigio (….) aún están ahí, aún nos dicen algo profundo y enigmático
sobre nosotros mismos (…) no son alegorías, no
son tampoco historias ingenuas y primitivas. Tienen un simbolismo que hay que
interpretar”.[vi]
Las
características citadas anteriormente nos permiten apelar a otras mitologías
además de la griega (mitos bíblicos, germánicos, literarios, etc…). Esperemos
que nos ocurra como a Aristóteles, quien dijo: “A medida que envejezco y me
siento más solo, me he hecho más amigo de los mitos”.
[i] García
Gual, Carlos, Diccionario de los Mitos,
Barcelona, Editorial Planeta, 1997, pp.7-14.
[ii] Op. cit., p.7.
[iii] Op. cit., p.9.
[iv] Kirk,
G. S, La naturaleza de los mitos
griegos”, Barcelona, Argos Vergara, 1984, p. 21.
[v] Op. cit., p.14.
[vi] García
Gual, Carlos, Diccionario de los Mitos,
Barcelona, Editorial Planeta, 1997, p 12.
No hay comentarios:
Publicar un comentario