jueves, 15 de noviembre de 2012

Mitología. Por Antonio Báez.


Yo era joven, pobre y descuidado. Me había trasladado a estudiar a Granada. Remolinos de pelusa y polvo corrían por los pasillos de mi piso compartido. Como hacía frío, pasaba mucho tiempo bajo las mantas, leyendo, oyendo la radio y soñando con existencias más pobres que la mía, más descuidadas y bohemias. No era raro que me ardiese la frente y se levantasen desde los rincones sucios de mi habitación dos negras serpientes marinas, por ejemplo, monstruos babeantes y sanguinarios que se me enroscaban en el pecho como a un hijo de Laocoonte. Para defenderme hubiera podido agarrar un escobón cualquiera, y allá que irían en fuga ejércitos despavoridos de cucarachas y arañas, formas de vida minúsculas, repugnantes. Pero no lo hacía, me dejaba arrebatar, morder, estrangular. Mis compañeros de piso se sorprendían de aquella gimnasia contorsionista, practicada dentro del mito. Al cabo de los años ya no fui joven, pero logré mantenerme relativamente pobre y descuidado. Esperé que del mar surgiesen las serpientes que me devoraran. De hecho, si sigo aquí es porque sólo creo en ellas.



Este texto forma parte del libro Griego para perros que se publicará en las próximas semanas en formato electrónico (Sabara Editorial) y que entre otras cosas adapta algunos episodios de la mitología a ámbitos más o menos domésticos

2 comentarios:

  1. Estimado Antonio:
    Una de las actividades que me parecen más interesantes, al hilo de tus aportaciones, es la de proponer a los alumnos que redacten microrrelatos, empleando como fuente alguno de los mitos que les presentemos en nuestras unidades didácticas. Obviamentente, tendremos que explicarles en qué consiste este género y ofrecerles algunos ejemplos de muestra. Te animo a que redactes algo al respecto. Salud y alegría, y felicidades por tu nuevo libro.

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  2. Muchas gracias, Rafael. Lo que me propones me parece estupendo. Y me pondré a ello.

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