Advertí luego a Sísifo, presa de recias torturas.
Iba a fuerza de brazos moviendo un peñón monstruoso
y, apoyándose en manos y pies, empujaba su carga
hasta el pico de un monte; mas luego, llegado ya a punto
de dejarla en la cumbre, la echaba hacia atrás su gran peso;
dando vueltas la impúdica piedra, llegaba hasta el llano
y él tornaba a empujarla con todas sus fuerzas. Caía
el sudor de sus miembros y el polvo envolvía su cabeza.
Homero, Odisea, Canto XI, versos 593-600,
trad. J.M. Pabón, Madrid, Gredos, 1982.
Que Estupidez, no dice nada!
ResponderEliminar