domingo, 21 de octubre de 2012

UNA REFLEXIÓN ACERCA DE LA NATURALEZA DE LOS MITOS. POR ANTONIO BÁEZ

 
Desde el punto de vista narrativo los mitos tienen, a mi modo de ver, tres partes: relato, iconografía e intención. Los mitos clásicos son muy complejos, muy difíciles de seguir en todas sus conexiones para un lector moderno. Sumariamente se dice que el mito clásico sirve para explicar el mundo, pero muchas veces nos quedamos en lo puramente fenomenológico. El mito, no obstante, se ocupa también de la metafísica. ¿Cómo acercarnos, pues, a los mitos? La mejor manera siempre debe ser por la puerta más fácil. Hay que buscar el relato de lo esencial y dejar de lado multitud de hilos que nos llevarían de una historia a otra. Luego hay que poner en juego los ojos. Hay que ver. Ver la representación de ciertos momentos de la leyenda a través de la historia del arte. Películas, cuadros, esculturas. Y por último, hay que formularse una pregunta muy sencilla, sin miedo a dejarla sin respuesta: ¿para qué esta historia? El relato de un mito clásico en sí mismo tiene poco valor para el hombre de hoy día, si no tenemos en cuenta la superposición cultural de otros mitos: un héroe en falditas o en pelotas matando a un minotauro no deja de ser una excentricidad, una bonita leyenda que nos proporciona algo de cultura. Pero superpongamos unos mitos a otros y llegaremos no a la cultura, sino a la vida, a nuestra vida, lo que nos hará comprender que sin los mitos no podríamos vivir y no podríamos explicar lo que somos: desde los héroes del poema de Gilgamesh, Enkidu y el propio Gilgamesh hasta las películas del oeste o desde los héroes griegos hasta los de la gran pantalla o los de los videojuegos. El mito clásico sigue ocupándose el hombre, del hombre actual, además del hombre que nos precedió. El mito clásico se ha ido enriqueciendo. ¿Qué pasa cuando le superponemos al mundo heroico clásico el relato de Kafka? Ya veremos. El hombre moderno es un héroe domesticado. La cultura occidental que surgió en Grecia ha evolucionado hacia espacios muy poco heroicos. Las grandes hazañas no son suficientes para explicar lo que queremos ser. La mayor hazaña del hombre contemporáneo consiste en enfrentarse a los contravalores del héroe: se puede ser cobarde, se puede ser un antihéroe y disfrutar de relato.

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