miércoles, 22 de mayo de 2013

EL MITO DEL ANDRÓGINO (Antonio Sánchez Millán)



EL MITO DE LOS TRES GÉNEROS HUMANOS[1]


Hace mucho, pero que mucho tiempo, los seres humanos no eran como son ahora. Había tres géneros de personas, uno masculino y otro femenino, pero había también un tercer género que era común a estos dos. Aunque ya ha desaparecido, nos queda todavía su nombre: andrógino[2], pues compartía la forma y el nombre de ambos géneros, el masculino y el femenino. Un nombre que ya no gusta mucho recordar. Además, la forma de cada persona era redonda, con la espalda y los costados en círculo; tenían cuatro manos e igual número de piernas que de manos, dos caras perfectamente iguales sobre un cuello circular, que formaban una sola cabeza mirando en direcciones opuestas, con cuatro orejas, dos órganos sexuales y todo lo demás que uno puede imaginarse según lo dicho. Caminaban también derechos como ahora, en cualquiera de las dos direcciones que quisieran. Y cuando deseaban correr velozmente, hacían como los acróbatas, que dan volteretas hasta quedar de pie; y así marchaban rápidamente haciendo girar sus ocho piernas en círculo. Los géneros de personas eran tres porque lo masculino era originariamente descendiente del sol, lo femenino de la tierra y de la luna el que participaba de ambos géneros, pues la luna también participa de ambos astros. Y, sin duda, eran circulares ellos mismos y su forma de andar por ser semejantes a sus padres. Eran terribles por su fuerza y vigor, y tan creídos de sí mismos estaban, que conspiraron contra los dioses. De manera que lo que decía Homero de Esfialtes y de Oto, también se puede decir de ellos, que intentaron escalar hasta el cielo para atacar a los dioses. Así que Zeus y los demás dioses pensaron sobre qué debían hacer con ellos pero no encontraban la solución. No podían matarlos ni hacer desaparecer su estirpe fulminándolos con un rayo como a los gigantes, pues entonces desaparecerían los honores y sacrificios que recibían de parte de los hombres, pero tampoco podían permitirles que siguieran siendo tan insolentes.

Después de pensarlo detenidamente, Zeus habló: “Me parece que tengo un medio para que los hombres puedan seguir existiendo y, a la vez, haciéndolos más débiles, acabar con su desenfreno. Ahora mismo los cortaré —dijo— en dos mitades y serán al mismo tiempo más débiles y más útiles para nosotros, los dioses, al ser más numerosos los humanos. Y caminarán erguidos sobre dos piernas. Pero, si todavía persisten en su insolencia y no quieren estarse tranquilos, de nuevo —dijo— los cortaré en dos, de manera que tendrán que caminar dando saltos sobre una sola pierna”. Y dicho esto, cortó a cada ser humano en dos mitades, como se cortan los frutos de las serbas[3] para ponerlos en conserva o pueden cortarse los huevos duros valiéndonos de un cabello. Y a cada uno que iba cortando, ordenaba a Apolo que le moviera el rostro y la mitad de su cuello hacia la dirección del corte, para que, al ver su mutilación, fueran más conscientes de por qué les había pasado; y también le ordenó que curara las demás heridas. Entonces, Apolo les volvía el rostro y, atrayendo la piel de todas partes hacia lo que ahora llamamos vientre, la ataba como bolsas cerradas en medio del mismo, creando un hueco (lo que ahora llamamos precisamente ombligo). Alisó los otros pliegues en su mayoría y modeló también el pecho con un instrumento parecido al de los zapateros cuando aplanan sobre la horma las arrugas del cuero. Pero dejó unos pocos pliegues, los de alrededor mismo del vientre y el ombligo, para que fueran recuerdo del antiguo castigo.

Así que, una vez quedó la naturaleza humana dividida en dos, cada mitad añoraba a su propia mitad y se juntaba con ella y, rodeándose con los brazos y entrelazándose una a otra por el ansia de hacerse uno, morían de hambre y de pasividad, por no querer hacer nada la una sin la otra. Y cada vez que moría alguna de las dos mitades y la otra quedaba viva, la que quedaba buscaba otra y se enlazaba con ella, tanto si se encontraba una que entera era mujer —precisamente lo que ahora llamamos mujer—, como si era un varón. Y así iban muriendo. Compadeciéndose entonces Zeus, se le ocurre otra opción y traslada sus órganos genitales hacia la parte delantera —pues, hasta el momento los tenían por fuera y engendraban y parían no en su interior, sino en la tierra como las cigarras—. De esta forma, así pues, pasó hacia adelante sus órganos genitales para que mediante ellos tuviera lugar la generación de sí mismos, a través del macho en la hembra. Y lo hizo con el siguiente propósito: para que en el abrazo, tanto si un varón encontraba a una mujer engendraran y se reprodujera la especie, como, si un varón encontraba a otro varón, tuviera lugar, al menos, la plenitud de su relación, descansaran durante algún tiempo, volvieran a sus trabajos y cuidaran de los demás asuntos de la vida.

Desde hace tanto tiempo, pues, el amor (Eros) de los unos para con los otros es innato en los seres humanos y es el que intenta restaurar su antigua naturaleza: se propone hacer uno a partir de dos y sanar la naturaleza humana. En efecto, cada uno de nosotros es un símbolo[4] de hombre, al haber quedado cortado como dos lenguados, dos de uno solo. Por consiguiente, cada uno está buscando siempre su propio símbolo de sí mismo en otro (su otra mitad). Así pues, cuantos seres humanos son sección del ser que participaba de los dos sexos, el que entonces se llamara andrógino, son aficionados a las mujeres, y pertenecen a este linaje la mayoría de los adúlteros; y también las mujeres aficionadas a los varones y las que son adúlteras. Pero cuantas mujeres son de sección de mujer, no prestan excesiva atención a los varones, sino que se inclinan más bien a las mujeres, y de este linaje nacen también las mujeres homosexuales o lesbianas. Y cuantos varones son sección de varón persiguen a los varones y, mientras son jóvenes, como rodajas de varón que son, aman a los varones y gustan de abrazarse y acostarse con ellos; y estos son los mejores de los jóvenes y adolescentes ya que son los más viriles por naturaleza. Algunos dicen que son unos desvergonzados, pero se equivocan. Pues no lo hacen por desvergüenza, sino por valentía, virilidad y hombría, pues acogen lo que les es semejante. Y una gran prueba de esto es que, llegados al término de su formación, los de tal naturaleza son los únicos que resultan valientes en los asuntos políticos. Y cuando ya son unos hombres, aman a los jóvenes y no prestan atención, por inclinación natural, a los casamientos ni a la procreación de hijos, sino que lo hacen obligados por la ley, pues les basta vivir solteros todo el tiempo en mutua compañía. Ciertamente, el que es así resulta un amante de jóvenes y un amigo de su amante, porque acoge siempre al que tiene mucho en común con él. Así, cuando encuentra a aquél  que es la mitad de sí mismo, tanto si es homosexual como cualquier otro, quedan entonces maravillosamente impresionados por el afecto, la afinidad y el amor, sin querer, por así decirlo, separarse unos de otros ni siquiera por un momento. Éstos son los que, a lo largo de su vida, viven muy unidos y ni siquiera serían capaces de decir qué quieren el uno del otro. Pues a ninguno se le ocurriría pensar que fuera por mantener relaciones sexuales y que solamente por esto uno se alegra de estar en compañía del otro con tantas ganas. Pues es evidente que lo que quiere el alma de cada uno de ellos es alguna otra cosa que no es capaz de expresar, si bien adivina lo que quiere y se le insinúa enigmáticamente. Y, si estando ellos en el lecho, se les presentara Hefesto con sus instrumentos y les preguntara: “¿Qué es lo que queréis obtener uno de otro?”, y si, al verlos perplejos volviera a preguntarles: “¿Es esto lo que deseáis: llegar a estar juntos lo más posible, de manera que, ni de noche ni de día, quedéis uno privado del otro? Porque, si deseáis esto, estoy dispuesto a fundiros y recomponeros en el mismo ser, de suerte que lleguéis a ser uno, y mientras viváis lo hagáis en común y, cuando muráis, también allí, en el Hades, en vez de dos seáis uno, y muráis a la vez. Pero mirad si deseáis esto y estaríais contentos al conseguirlo”. Sabemos que, al oír estas palabras, ninguno rehusaría ni daría a entender otra cosa, sino que simplemente creería haber escuchado lo que desde tanto tiempo habían anhelado: llegar a ser uno solo, juntándose y fundiéndose con el amado. Y la causa está en que ésta era nuestra antigua naturaleza y que éramos un todo.

Amor es, en consecuencia, el nombre para el deseo y la persecución del todo que somos. Antes, como digo, éramos uno; ahora, a causa de nuestra iniquidad, hemos sido divididos por el dios, como lo han sido los arcadios por los lacedemonios. Existe, pues, el peligro, si no mostramos el respeto debido a los dioses, que de nuevo seamos divididos y andemos por ahí como los que están esculpidos en relieve en las estelas, cortados por la nariz, convertidos en dados partidos por la mitad. Por ello, es preciso que todo hombre recomiende a los demás que sean muy respetuosos con los dioses, para que evitemos lo uno y alcancemos lo otro, teniendo al amor (Eros) como nuestro guía y director. Nadie actúe en contra —y actúa en su contra el que se enemista con los dioses—, pues si nos reconciliamos y nos hacemos amigos de los dioses, descubriremos y encontraremos a nuestros respectivos amados, cosa que ahora consiguen sólo unos pocos.

Y que no me interrumpa Erixímaco para burlarse de mi discurso diciendo que aludo a Pausanias y a Agatón —pues tal vez también ellos pertenezcan realmente a esta clase y sean ambos varones por naturaleza—, porque yo, al menos, hablo por todos, tanto varones como mujeres, cuando digo que nuestra especie sólo podría llegar a ser feliz si lleváramos el amor a su culminación y cada uno encontrara al amado que le corresponde, retornando así a su antigua naturaleza. Y si esto es lo mejor, también es necesario, en las circunstancias presentes, que lo que se acerque más a esto sea lo mejor: alcanzar un amado que por naturaleza responda a nuestras aspiraciones. Y, por cierto que, si celebramos al dios causante de esto, con toda justicia celebraríamos a Eros, que, en el momento actual nos procura los mayores beneficios por conducirnos a lo que nos es afín y nos proporciona para el futuro las mayores esperanzas de que, si ofrecemos a los dioses nuestra piedad, esto nos hará dichosos y plenamente felices, al restablecernos en nuestra antigua naturaleza y curarnos.



ACTIVIDADES:

Para mejor comprender el mito

1. Sobre el triple origen de la naturaleza humana:
            a) ¿Podrías describir físicamente a cada uno de los tres géneros originarios?
            b) ¿Cómo se movían? ¿Cuál era su carácter y su actitud ante los dioses?
2. Sobre la relación entre los hombres y los dioses:
a) ¿Por qué los dioses prefieren no exterminar a los seres humanos, a pesar de su insolencia? ¿Qué decidió hacer Zeus, entonces?
b) ¿De qué manera se ocupan los dioses de que los humanos recuerden siempre lo que había pasado?
c) ¿Acertaron los dioses al cortar a los seres humanos por la mitad? ¿Por qué les dio Zeus a los humanos su aspecto actual?
3. Sobre las distintas tendencias sexuales naturales en los humanos:
a) ¿Por qué en la actualidad no a todas las personas les atrae lo mismo desde el punto de vista sexual?
b) ¿De qué manera en el relato se hace una vehemente defensa de la homosexualidad masculina?
4. Sobre la búsqueda del verdadero amor:
            a) ¿Cómo se describe en el relato el verdadero amor? ¿Qué buscan los amantes?
b) ¿Todo el mundo encuentra dicha complementación perfecta en el amor? ¿Qué recomienda para lograrlo?

Para saber un poco más

5. Sobre las “cosas eróticas”:
a) ¿Quién era Eros en la mitología griega? ¿Qué representaba para los griegos de la antigüedad? Investígalo en alguna enciclopedia o en Internet.
b) En el texto se dice que “cada uno está buscando siempre su propio símbolo de sí mismo en otro”. ¿Qué significa esto? ¿Por qué aman los seres humanos? ¿Qué buscan?
6. Sobre lo que puede ser el amor:
a) Investiga las otras concepciones del amor que aparecen en el diálogo Banquete de Platón, al que pertenece nuestro texto, y que son presentadas por los demás personajes del diálogo.
Una pista para ayudarte: Fedro habla del amor como la sumisión y entrega de unos hombres a otros; Pausanias, lo entiende como la relación amorosa consentida, honesta e inteligente; Erixímaco, un impulso cósmico, dual y armónico a la vez; y Agatón, la belleza y juventud.
Y podéis perfectamente repartiros el trabajo por grupos.
b) Con tu grupo debes analizar los puntos fuertes y los puntos débiles de la forma de entender el amor que hayáis investigado, y luego exponer vuestras conclusiones en clase.
7. Sobre qué puede ser eso de la filosofía:
a) Lee con atención este relato que aparece más adelante en el diálogo Banquete sobre el nacimiento de Eros (lo cuenta la sacerdotisa Diotima, a través de Sócrates):

Cuando nació Afrodita, los dioses celebraron un banquete y, entre otros, estaba también Poros (Recurso), el hijo de Metis (Prudencia). Después que terminaron de comer, vino a mendigar Penía, como era de esperar en una ocasión festiva, y estaba cerca de la puerta. Mientras, Poros, embriagado de néctar -pues aún no había vino-, entró en el jardín de Zeus y, entorpecido por la embriaguez, se durmió. Entonces Penía, maquinando, impulsada por su carencia de recursos, hacerse un hijo de Poros, se acuesta a su lado y concibió a Eros. Por esta razón, precisamente, es Eros también acompañante y escudero de Afrodita, al ser engendrado en la fiesta del nacimiento de la diosa y al ser, a la vez, por naturaleza un amante de lo bello, dado que también Afrodita es bella. Como hijo de Poros y Penía, le ha correspondido esta manera de ser: en primer lugar, es siempre pobre, y lejos de ser delicado y bello, como cree la mayoría, es, más bien, duro y seco, descalzo y sin hogar, duerme siempre en el suelo y destapado, se acuesta a la intemperie en las puertas y al borde de los caminos, compañero siempre inseparable de la indigencia por tener la naturaleza de su madre. Pero, por otra parte, de acuerdo con la naturaleza de su padre, está al acecho de lo bello y de lo bueno; es valiente, audaz e impetuoso, terrible cazador que siempre trama algún ardid, ávido de sabiduría y sagaz, filósofo durante toda su vida, un formidable mago, encantador y sofista. No es por naturaleza ni inmortal ni mortal, sino que en el mismo día unas veces florece y vive, cuando está en la abundancia, y otras muere, pero recobra la vida de nuevo gracias a la naturaleza de su padre. Mas lo que consigue siempre se le escapa, de suerte que Eros nunca ni está falto de recursos ni es rico, y está, además, en el medio de la sabiduría y la ignorancia. Pues la cosa es como sigue: ninguno de los dioses filosofa ni desea ser sabio, porque ya lo es, como tampoco ama la sabiduría cualquier otro que sea sabio. Por otro lado, los ignorantes ni filosofan ni desean hacerse sabios, pues en esto precisamente es un mal la ignorancia: en que quien no es ni bello, ni bueno, ni inteligente se crea a sí mismo que lo es suficientemente. Es seguro que quien no cree estar carente de nada, no desea tampoco aquello de lo que no cree carecer.
—Entonces, ¿quiénes, Diotima —dije yo—, son los que aman la sabiduría, si no son ni los sabios ni los ignorantes?
—Es ya evidente —contestó— incluso para un niño; son los que se encuentran entre ambos extremos, uno de los cuales sería también Eros. En efecto, es precisamente la sabiduría una de las cosas más bellas, y Eros es amor respecto de lo bello, de suerte que es forzoso que Eros sea amante de la sabiduría, y, como es amante de la sabiduría, se halla a medio camino entre sabio e ignorante. Y la causa de esto es también su nacimiento, ya que procede de un padre sabio y fértil en recursos, pero de una madre no sabia y carente de ellos.
b) Comentario de texto persiguiendo esta cuestión: ¿Por qué la filosofía es amor a la sabiduría?
                       
Para reflexionar y discutir juntos sobre la manera de amar

8. El relato mítico subraya a menudo el anhelo amoroso. Lo describe así: “llegar a ser uno solo, juntándose y fundiéndose con el amado”. ¿Estáis de acuerdo con esta manera de entender el amor? ¿Es un verdadero amor, en el que desaparece la propia individualidad? ¿Los que se aman, deben ser uno?
9. Discusión: ¿Es el amor homosexual una manera digna de amarse?
10. Después de buscar información sobre la situación legal de los homosexuales en nuestro país, se puede debatir en torno a esta cuestión: ¿Es adecuada dicha legislación?




[1] Éste es el discurso de Aristófanes, que aparece en la primera mitad del diálogo platónico Banquete (versión adaptada de Platón, Banquete, Madrid, Editorial Alhambra, 1992, traducción de Jordi Beltrán y Rafael Ojeda, y de Platón, Diálogos, vol. III, Madrid, Editorial Gredos, traducción de C. García Gual, M. Martínez Hernández y  E. Lledó Iñigo).
[2] Del griego: andrós, “hombre”, y gyné, “mujer”.
[3] Se refiere al fruto del serbal, un árbol rosáceo mediterráneo que da un fruto comestible.
[4] Esta palabra griega (symbolo) designaba a cada una de las partes del objeto que servía para sellar un pacto y que recibían cada una de las dos personas que había suscrito dicho pacto.

No hay comentarios:

Publicar un comentario